sábado, 29 de enero de 2011

El puzzle revelado (final)


Tarde de sábado en casa haciendo un trabajo....estoy de las tablas y el excel hasta la p..........de un especimen creo que persona que manda trabajos sin saber hacerlos ella misma....sin saber manejar el excel....sin saber hacer nada sin su teclado de MAC.......manda cojonesssss!!! Y luego le preguntas cualquier duda sobre el trabajo y si no sabe contestartela la anula del trabajo.......y luego adora y tiene en un pedestal a unos dichosos escritores ingleses y francese que lo que dicen va a misa!! para que aun encima haya partes que no traduzca y entren en el examen....... ¬¬ en fin! gracias querido blog por escucharme.....me he desahogado.......

Bueno, ahora os pongo el final de la historia de ayer...que por lo que me han dicho gusta ^^


El puzzle revelado (final)

Durante los meses siguientes siguió haciendo más o menos lo mismo, intentando aproximarse y charlar con él en el kiosko, pero aunque las palabras empezaban a ser más confiadas, y en alguna ocasión habían llegado a hablar un buen rato sobre alguna desgracia ocurrida aquí o allá, los avances eran escasos. Así que el estudiante se entretenía la mayor parte del tiempo observando como trabajaba en su garaje, y siguiéndolo disimuladamente en la persecución de los más variados objetos. Una noche el Luis salió a tomar una copa con una enfermera llamada Belsai a la que estaba empezando a conocer, y cuando después de dejarla en su casa, volvió caminando por las calles oscuras y desiertas de la ciudad, se encontró al solitario del garaje.

Estaba desorbitado, buscando por los contenedores de basura. Le preguntó que era lo que tan ansiosamente buscaba, y enajenado le contestó que tenía que buscar una lata cilíndrica metálica de color rojo de exactamente un litro de capacidad. Y cuando le preguntó para qué quería aquello, el se marchó corriendo y susurrando, entre lo que el estudiante pudo entender algo de un tsunami o ciclón que mataría a miles de personas en algún lugar de Asia. Luis lo persiguió, mientras llamaba al psiquiátrico. Cuando llegaron los loqueros, lograron reducirlo, e ingresarlo.

El estudiante lo acompañaba, mientras viajaban en la ambulancia. La mirada del loco estaba cargada de ausencia y resignación. Solo logro pronunciar unas palabras, “toma las llaves de mi taller, tu aún puedes evitarlo”, y así lo hizo. Pasó toda la noche en el hospital psiquiátrico, y a la mañana siguiente mientras esperaba a conocer la evolución del paciente, escuchó las noticias en la emisora. Un tsunámi acababa de arrasar una de las costas de la isla de Java, y todavía no se podían contabilizar los muertos, pero podrían ser miles.

Corrió inmediatamente a la habitación en donde estaba maniatado Turo, el esquizofrénico solitario, pero cuando llegó allí, le comunicaron que había fallecido de un paro cardíaco tras una agónica convulsión de interminables sacudidas espasmódicas. Se quedó mirando mientras se llevaba la mano al bolsillo. La llave del taller. Abandonó precipitadamente el hospital, y entró en el taller. Encendió las luces, la máquina estaba allí funcionando, en equilibrio. Empezó a recorrerla con la mirada, a pasear y meterse entre ella, y a cada vuelta que daba, tenía la impresión de que empezaba a entender las bases de su funcionamiento. La observó durante horas, y cuando al final creyó entenderla, escuchó una voz. Miró pro todas partes, dentro, fuera, por entre la máquina, hasta que descubrió que la voz salía de su cabeza. Le estaba diciendo que debía poner dos pequeños espejos enfrentados de forma paralela en una cuerda que colgase de aquél hierro, porque sino un niño de la ciudad moriría al caerse al vacío desde la ventana de su edificio. Cerró la puerta y salió corriendo, huyó de la voz, pero la voz no huía de el. Se metió en el primer bar que encontró a beber un par de whiskys, pero la voz no desaparecía. Corrió por las calles de la ciudad, hasta que paso por delante de un bazar. Entró y compró dos pequeños espejos, aquello si que pareció surtir efecto. La voz empezaba a reconfortarlo. Entró en el garaje, y los colocó como se le había indicado, y entonces sintió una paz profunda, como una especie de premio o reconocimiento a su labor humanitaria. Se fue a casa y durmió toda la tarde, y toda la noche, pero cuando despertó volvió a escuchar la voz que le daba nuevas indicaciones. Resignado accedió y se dispuso a cumplir la nueva recomendación. Pasaron los años, y los que en otro momento criticaban al loco Turo, ya muerto, habían volcado ahora sus habladurías sobre Luis, aquel estudiante, que no había acabado su carrera, y decían que tanto estudio a veces producía locura profunda, y que como por cosa de los espíritus parecía haber heredado el mal que aquejaba al anterior dueño del garaje. Pero Luis no tenía tiempo para preocuparse por lo que de él dijesen, estaba muy ocupado en la labor que le había sido encomendada y revelada en este mundo. Y así transcurrió su vida, a la espera de un heredero que le permitiese descansar eternamente.

2 comentarios:

  1. Uh! ten cuidadin a ver si con tanto estudio te va a pasar algo similar!! jejeje. SUERTE!

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  2. gracias! seguro.....cualquier dia de estos....

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